CAPITULO VIII
Mayo es a un naturalista lo que las rebajas de El Corte Inglés a una pija con tarjeta de crédito. Es el mes más esperado y deseado del año. ¿Porqué a los políticos de este país les habrá entrado la fiebre de decir a cada paso eso de “espero y deseo”? Como íbamos diciendo el mes de mayo es el momento culminante del año, cuando todo bicho viviente anda más ocupado, haciendo nidos, buscando pareja, floreciendo,… Debajo de cada piedra, en cada charco, hasta en las cunetas de las carreteras la vida es desbordante. Daniel estaba maravillado con el espectáculo que ofrecían los arroyos, los montes, los prados o la chopera de San Lorenzo del Valle. Todas estas son cosas que llaman la atención pero para un naturalista tan importante como los ríos, los árboles o los animales grandes y espectaculares son los pequeños detalles. Un charco, una grieta en la corteza de un árbol o una roca pueden albergar todo un universo en miniatura en el que ocurren sucesos tan extraordinarios como los de la sabana africana con sus grandes animales. Una araña había tejido su tela entre dos hierbas en la mitad del sendero y sobre ella el rocío de la mañana había depositado sus perlas de agua, que brillaban iluminadas por la luz del sol, todavía bajo en el horizonte. Daniel rodeó la tela de araña para no romperla. Un ruiseñor bastardo cantaba entre los sauces del río. Dos lagartos corrieron a esconderse entre unas piedras mientras el macho de la lagartija colirroja con sus garganta colorada mostraba a todo el mundo y especialmente a su compañera que la época del celo había llegado; tan arrogante, tan confiado, podría decirse que tan chulo, que no huía, todo lo contrario, circulaba entre los pies de Daniel sin esconderse, hasta tal punto que Daniel acercó su mano a unos centímetros casi tocándolo.
En la pared de un huerto otra lagartija con la cola cortada se calentaba al sol. En el río Ranillas una pareja de patos alzó el vuelo. Un poco más adelante un ruiseñor salió de entre las ramas de un majuelo, moviendo su cola rojiza arriba y abajo. Fue a posarse en una rama cercana. El majuelo, o espinero como dicen por aquí no podía tener más flores. Esa primavera era espectacular, la hierba de las orillas del río llegaba a Daniel bastante por encima de sus rodillas. La temperatura era perfecta, el agua del río saltaba entre las piedras y los pájaros cantaban. Mientras andaba ocupado en estas cursilerías, el ruiseñor se puso a cantar, al principio sin mucha convicción y luego con más ganas, para finalmente volver al espinero de donde había salido. “Debe tener el nido por aquí”, pensó, pero aunque lo buscó no lo encontró; “estará oculto entre la maraña de ramas”. Tampoco lo buscó con mucho ahínco. A Daniel no le gusta molestar a los pájaros en su nido, es como violar su intimidad. En el río saltaban pocas ranas a su paso.” Es cada vez más preocupante el declive de los anfibios. ¿Cuál será la causa? Hay muchas teorías pero realmente parece que no está claro. Pueden ser las enfermedades, el cambio climático, la contaminación… Posiblemente todas ellas tengan su influencia en la disminución y en algunos casos desaparición de las poblaciones de anfibios, pero debería investigarse más sobre este problema”. Daniel pensaba que ese sí que es un problema del que deberían ocuparse los científicos y no algunas de las chorradas en las que emplean el tiempo y el dinero.
Eran tantas las cosas que ver en el campo que la mañana se le pasó sin darse cuenta. Al acercarse al pueblo escuchó como repiqueteaban las campanas de la torre tocando a pregón. A continuación se escuchó la voz de Samu el teniente alcalde que decía: “Atención, atención… hoy a la salida de misa, osease a la una del mediodía, habrá un mitin en el salón del Ayuntamiento con la participación del señor Alcalde y una Diputada regional. Atención, Atención…” y repetía el mismo comunicado. Daniel pensó que “ya tenemos jaleo” pues el domingo pasado Pedrito el catalán quiso hacer su mitin de campaña electoral y no le dejaron el local del Ayuntamiento ni le dieron el pregón. Cuando, enfadado, fue a pedir explicaciones le dieron como excusa que como el día antes había sido la boda de Barbarita, la hija del Alcalde no era cosa, de andar despertando al personal con el toque de campanas y el pregón. Pedrito no tuvo más remedio que dar el mitin en el bar de Pepe.
Camino de la casa de los belgas Daniel se encontró con Porfirio. Pensó en evitarlo pero estaba muy cerca, y se habría notado mucho. El Alcalde lo abordó.
- ¡Hombre, Daniel! A ti quería verte.
“La hemos fastidiao”, pensó Daniel.
- Vamos a dar un mitin en el Ayuntamiento. Viene una Diputada que está en la comisión de Patrimonio. A ti seguro que te interesa. Espero verte. Y se fue sin decir adiós.
“¡Que bruto es! ¿De dónde saca que a mi me tenga que interesar algo de lo que pueda decir una tipa que lo mismo está hoy en la comisión de Conservación del Patrimonio que mañana está en la de agricultura y seguro que no sabe ni de lo uno ni de lo otro? Y además es que me importa un rábano”.
Como Daniel no quería ponerse a mal con Porfirio, fue al mitin. Estaba reunida la mitad del pueblo, o sea los de la cuerda de Porfirio, que básicamente son la gente que vive del campo, los pastores y agricultores jubilados, es decir casi todos y faltaban los del bar, el panadero, los belgas y los jubilados que habían pasado su vida fuera del pueblo. En la primera fila estaban sentadas Olivia la mujer del Alcalde y Barbarita su hija, recién llegada del viaje de novios.
La Diputada llegó con una hora de retraso. Venía de dar un mitin en otro pueblo y cuando terminase en San Lorenzo, tenía una comida con los alcaldes de la zona, a la que por supuesto solo acudirían los alcaldes de su mismo partido. Se lleva por aquí el considerar a los rivales políticos como enemigos, y hay que actuar en consecuencia.
La Diputada es una mujer de edad indefinida, pero muy definida en cuanto a su talante, carácter y formas. Es una gilipollas total y más bruta, por lo que se deduce de sus gestos y expresiones, que Toño el conejo en sus días más renegones; ¡que ya es decir! A Daniel le cayó mal desde el primer momento.
Repartieron entre los asistentes un folleto con el programa electoral que por supuesto nadie miró. Comenzó hablando el Alcalde y empezó bien, con moderación, educado, dando las gracias a los asistentes y especialmente a Carmen, la Diputada, por la “diferencia” que había tenido para con ellos, por acudir a su modesta villa. “Que una persona de tú categoría venga a San Lorenzo es para nosotros un gran honor. Ahora es cuando se ve claro como el agua como nuestro partido se ocupa de todo el mundo, incluso de los pequeños pueblo, y no como otros”. De lo que pensaba hacer si salía reelegido como Alcalde no dijo nada, salvo lo del arreglo de la carretera que es su tema preferido. Dijo que: “si salgo Alcalde en las próximas elecciones, como que me llamo Porfirio Portanovis Portanovis, la carretera se arregla”, que es lo mismo que había dicho en las elecciones anteriores.
El resto del tiempo lo empleó en meterse con su rival, Pedrito el catalán:” Es lo que nos faltaba, que alguien de fuera, ¡un forastero!, venga a decirnos a nosotros lo que tenemos que hacer, como si nosotros fuésemos tontos, unos ignorantes, unos analfabetos que no saben donde tienen la mano derecha y donde la izquierda. Bien que sabemos donde está la derecha y la izquierda, y también sabemos como llevar nuestros asuntos. ¿Pero qué se piensa? El que haya vivido en una ciudad no le da derecho a creerse más que nosotros. ¡Hasta ahí podíamos llegar! A mi todos me conocéis, sabéis como soy, y que yo me preocupo por vosotros y por el pueblo”. Para terminar cedió la palabra a Carmen, la Diputada, que durante todo el tiempo que duró el parlamento de su correligionario, no dejó ni un solo momento de mirar al suelo con cara de importarle todo un comino. La única vez que levantó la cabeza fue para mirar su reloj.
Si el Alcalde empleó casi todo su tiempo en meterse con Pedrito, lo de la Diputada fue aún peor. Habló, pero no dijo nada. Comenzó con eso de que “nuestra región necesita un cambio y ha llegado la hora en que vamos a dar un paso al frente para ponernos a la cabeza de las regiones de España, ¡cómo de España!, de Europa”. Daniel pensó que si ya llevaban gobernando un porrón de años porqué no lo han hecho ya, porqué han estado esperando a esta legislatura, que por fin va a ser la buena. “Menos mal que no se lo cree nadie.”
La Diputada continuó con una serie de esas frases grandilocuentes que carecen de contenido, del tipo:” el futuro está en nuestra manos, ahora podemos lograr lo que siempre hemos deseado, vamos a dejar una tierra mejor, más próspera, y más feliz a nuestros hijos”.
“¿De qué futuro habla? ¿Qué es lo que hemos deseado? ¿Qué es lo que vamos a dejar a nuestros hijos, si no sabe lo que hay que hacer ahora?”. Esto es lo que pensaba Daniel mientras la mujer seguía con su discurso, que por desgracia para los asistentes, parecía que no se terminaba nunca. Al cabo empezó a meterse con el partido de la oposición. Si ganasen ellos sería la hecatombe, nos llevarían al desastre, al caos. “¡Ya está bien!- decía la mitinera- no podemos tolerar que continúen con su política, que solo interesa a unos pocos, a sus amigos, mientras que nosotros, como bien sabéis, somos el partido de todos, el partido de la gente normal, de la gente decente, el partido de los trabajadores. Por eso os pido que en las próximas elecciones, votéis por el Partido….”, para entonces ya todo el mundo dormitaba, Samu hasta roncaba, y estaban deseando salir a la calle a disfrutar del sol de mayo.
Por fin terminó el mitin, los de la primera fila aplaudieron y los demás se levantaron de los asientos y pusieron pies en polvorosa.
Porfirio hizo un gesto a Daniel para que se acercase al estrado. Le presentó a Carmen, la Diputada diciendo:
- Carmen, te presento a Daniel, es el que nos está restaurando el retablo de San Lorenzo.
- Muy bien, muy bien- dijo ella, mientras buscaba en su bolso el móvil que había empezado a sonar.
- Encantado- dijo Daniel, ofreciendo su mano.
La Diputada con una mano mantenía su teléfono pegado a la oreja y extendía la otra a Daniel, con desgana. Era una mano blanda que Daniel apretó. Acto seguido la mujer recogió su bolso y parloteando por el móvil se dirigió hacia la salida. El Alcalde corría tras ella. El sprint lo ganó la mujer. Llegó a la meta del auto que la esperaba en la calle, con tres cuerpos de ventaja sobre su inmediato perseguidor,… pero, en el último momento, un sujeto se interpuso en su camino cerrándole el paso. Era Aristóteles, el Mariscal. Se dice que siempre hay un tonto en cada pueblo. En San Lorenzo del Valle éste papel lo desempeña, y a decir de todos sobradamente, el Mariscal.
Cuando Carmen, la Diputada, vio aquella figura, vestida con un pantalón de pana remendado, un chaleco de cazador, de esos que tienen muchos bolsillos, sobre una camisa sucia y desteñida por el mucho uso y calado hasta las cejas con una visera quemada por el sol, se llevó un susto de muerte. Y fue todavía peor, cuando un perro sarnoso, tuerto y rabón le lamió los pies. Porfirio, el Alcalde, acudió a su rescate: “no se preocupe es inofensivo”. Carmen no sabía si se refería al individuo o al perro.
“Soy Aristóteles Leonardo, el hijo de Eulogio, que en paz descanse, y único y legítimo heredero del Mariscal Junot. Doña Carmen, le he escrito varias veces, que yo a usted la conozco aunque usted a mi no, contándole mi caso, porque como sabrá o no sabrá, como heredero que soy del Mariscal Junot, reclamo mis derechos y posesiones que me han sido arrebatadas injustamente, penosamente y alevosamente. Y como tengo derecho lo reclamo, y no voy a parar hasta que me los reconozcan y si no me los reconocieran o reconociesen, devolvieran o devolviesen, por lo menos me den una pensión de acuerdo a mi rango y condición. Que yo me sé que hay muchos Diputados y Ministros que cobran una pensión vitalicia y muy pero que muy grande sin tener ningún mérito, y sin en cambio yo que ostento y regento el título de Mariscal, me ningunean y no me quieren dar nada, que tengo que vivir con una pensión de 374 euros, y usted que es una diputada de las importantes y es mujer de mundo y estudiada y sabe lo cara que está la vida, y lo que cuesta el pan, los garbanzos, la leche y el teléfono, comprenderá que yo no puedo vivir con ese dinero, y menos mal que tengo el huerto, que aunque usted no lo sepa yo trabajo mucho, y he trabajado desde pequeño que por eso tengo una enfermedad en el corazón, que me han dicho los médicos,… mi médico es el doctor Montes, que es uno de los mejores especialistas que hay,… y como le decía, me ha dicho que es un milagro que esté todavía vivo teniendo el corazón como lo tengo. Y yo tengo mucha necesidad, porque como sabrá o no sabrá, las medicinas son muy caras y aunque las pague la seguridad social hay otras cosas que por mi enfermedad y mi situación tengo que comprar yo, que cada vez que llamo al hospital para pedir cita con el doctor Montes me cuesta un dineral. Y usted que es una Diputada importante, comprenderá o no comprenderá, que no se puede dejar morir de hambre a un Mariscal, que eso estaría muy feo y muy mal visto por todo el mundo, ¿qué dirían los franceses si el único y legítimo heredero del Mariscal Junot muriese en la indigencia o la indiferencia o como se diga? Mi padre Eulogio que en paz descanse, era un hombre con inquietudes y quería que yo fuese un gran sabio y por eso me puso de nombre Aristóteles Leonardo, pero yo no pude estudiar porque mi padre enfermó cuando yo tenía quince años y eso usted no tiene porque saberlo y por eso yo se lo digo para que lo sepa y lo tenga en cuenta…”
Porque intervino Porfirio, el Alcalde, para interrumpir la perorata del Mariscal que de lo contrario todavía estábamos allí.
La Diputada se quedó con cara de pasmarote, estaba meridianamente claro que le repelía el personaje y su perro. Seguro que pensaba: “esto de las campañas electorales es un coñazo y yo ya no estoy para estas cosas”. La Diputada, acostumbrada a pisar las moquetas y a viajar en coches oficiales, nunca podrá entender nada de lo que pueda ver u oír en estos encuentros con la gente. Son dos mundos, dos galaxias separadas millones de kilómetros. La Diputada no tuvo oportunidad de responder al Mariscal, porque Porfirio salió a su rescate y es mejor así. ¿Qué puede responder si el Mariscal le ha ganado con sus mismas armas? ¿Acaso en el mitin, no se hartó de fabular, de decir frases sin sentido, sobre todo sin sentido común? Si la Diputada normalmente responde a las peticiones de los ciudadanos con promesas del tipo: “estamos trabajando en el asunto”, “los recursos son limitados y no podemos hacer todo lo que nosotros quisiéramos”, ¿qué puede contestar a alguien que le plantea un imposible?
Carmen por fin montó en el coche y se fue, y todo el mundo se quedó tan a gusto, al sol de la mañana de mayo.
El domingo siguiente, día de las elecciones amaneció lluvioso. La jornada trascurrió entre paraguas y con algunos incidentes provocados por la cabezonería y la falta de seso de Porfirio. Es cierto que hace las cosas sin malicia, pero hay veces que se pasa tres pueblos. A primera hora de la mañana reunió a toda la familia en su casa, incluida la suegra, las cuñadas y las sobrinas. Ahora correspondía a las mujeres de la familia cumplir con su parte del trato, que él ya cumplió el día de la boda de Barbarita. Porfirio tenía las papeletas preparadas, metidas en sus sobres convenientemente cerrados y dispuestas para repartir entre sus familiares. A las nueve en punto, salieron todos juntos de casa en dirección al Ayuntamiento, Porfirio se situó junto a la mesa electoral y comprobó como cada uno entregaba su sobre. Hasta Samu que compartía candidatura con él, le llamó la atención:
- Pero hombre ¿cómo se te ocurre hacer esto?, hay que guardar un poco las formas. No puedes presentarte aquí controlando el voto de toda tu familia, eso no está bien.
- No me vengas con esas. Yo he cumplido con mi parte del trato, que buen disgusto me he llevado, así que ahora le toca cumplir a ellas, y no hay más que hablar.
Samuel conoce lo suficiente a Porfirio como para saber que en estos casos es mejor no insistir.
El resto del día Porfirio lo pasó a la puerta del Ayuntamiento anotando en un cuaderno quien acudía a votar y quien no. No paraba de llover, parecía un día de invierno más que de primavera. Alertado por Marisa, Pedrito el Catalán fue al Ayuntamiento para ver que tramaba Porfirio. El espectáculo que daban era lamentable. Los que acudían a votar se encontraban con los dos candidatos sentados a la puerta del colegio electoral, uno con un cuaderno entre las manos anotando algo cada vez que entraba alguien y el otro vigilando a su contrincante. A falta de una hora para el cierre del colegio, Porfirio se levantó de su asiento, estiró las piernas, guardó su cuaderno en el bolsillo de la chaqueta y se subió al coche. Desconfiaba Pedrito de las intenciones de Porfirio, así que decidió continuar la vigilancia desde el bar de Pepe tomándose un café bien caliente para entrar en calor, que la tarde estaba poniéndose fría y desapacible. No había terminado de servir el café Marisa, cuando vieron por la ventana del bar llegar a Porfirio, pero no venía solo, lo acompañaba un ex senador, un viejo tan viejo que hacía años que no salía a la calle. Porfirio le ayudó a descender del coche, y con paso tambaleante y apoyándose en el hombro del Alcalde, el viejo consiguió recorrer el camino entre el coche y el Ayuntamiento. Al poco rato salieron, subieron al coche como pudieron y se fueron. El cabreo de Pedrito el catalán era monumental, las maniobras de Porfirio eran escandalosas, intolerables, caciquiles y antidemocráticas. Salió corriendo detrás del coche, derramando el café sobre la barra y atropellando al Vivillo que en esos momentos entraba por la puerta. Ya en la calle, se puso a perseguir al coche, la lluvia en esos momentos arreciaba y al llegar al otro extremo de la plaza ya estaba empapado. De todas formas no tuvo que correr mucho, porque enseguida localizó el coche de Porfirio a la puerta de las Medias. Se refugió debajo de un balcón y esperó a que el Alcalde saliese. No tardó mucho en salir acompañado por las dos Medias a las que tapaba con un paraguas. Pedrito salió de su escondite, gritando:
- ¡Sinvergüenza! ¡Eres un sinvergüenza! ¿No te da vergüenza sacar a la gente de su casa para que vayan a votarte?
- ¿Qué pasa? ¿qué gritos son esos?- preguntó la medio ciega.
- Tranquilas no pasa nada- respondió Porfirio.
- ¿Cómo que no pasa nada?- replicó Pedrito.
- Métete en tus asuntos, ¡payaso! ¿Qué hay de malo en que ayude a la gente mayor a ir al Ayuntamiento, con la que está cayendo?
A continuación se dijeron de todo, se acordaron de sus respectivas madres, se insultaron, se empujaron y no llegaron a las manos porque al oír los gritos se presentaron varios vecinos entre ellos Daniel y Alcocer y los separaron.
La trifulca tuvo como resultado que las medias se asustasen con el alboroto y decidiesen quedarse en casa, y que acudiese la pareja de la Guardia Civil a restablecer la paz. El Sargento Tejedor, llamó al orden a los dos candidatos, les dijo que si no les daba vergüenza comportarse de esa forma, como niños pequeños, y que ya estaba harto de tanta tontería.
- De todos los pueblos que llevamos, San Lorenzo es el único que causa problemas, ya va siendo hora de que empecéis a comportaros como hombres y no como niños. Ahora quiero que cada uno se vaya a su casa y se quede allí, sin armar jaleo, hasta que terminen las votaciones.
De todas formas anunció que durante el escrutinio estarían presentes, él y la Guardia Rodríguez para prevenir altercados.
La jornada terminó sin más incidentes, con los candidatos encerrados en sus casas esperando el veredicto. Al terminar el recuento de las papeletas, la secretaria anunció el resultado: “cuarenta votos para la candidatura de Pedrito y cuarenta y uno para la de Porfirio”.