Iniciamos una serie de artículos con el diario de Viaje a Guatemala







viernes, 15 de julio de 2011

Las Lagrimas de San Lorenzo (Capítulo VIII)

CAPITULO VIII

Mayo es a un naturalista lo que las rebajas de El Corte Inglés a una pija con tarjeta de crédito. Es el mes más esperado y deseado del año. ¿Porqué a los políticos de este país les habrá entrado la fiebre de decir a cada paso eso de “espero y deseo”? Como íbamos diciendo el mes de mayo es el momento culminante del año, cuando todo bicho viviente anda más ocupado, haciendo nidos, buscando pareja, floreciendo,… Debajo de cada piedra, en cada charco, hasta en las cunetas de las carreteras la vida es desbordante.  Daniel estaba maravillado con el espectáculo que ofrecían los arroyos, los montes, los prados o la chopera de San Lorenzo del Valle. Todas estas son cosas que llaman la atención pero para un naturalista tan importante como los ríos, los árboles o los animales grandes y espectaculares son los pequeños detalles. Un charco, una grieta en la corteza de un árbol o una roca pueden albergar todo un universo en miniatura en el que ocurren sucesos tan extraordinarios como los de la sabana africana con sus grandes animales. Una araña había tejido su tela entre dos hierbas en la mitad del sendero y sobre ella el rocío de la mañana había depositado sus perlas de agua, que brillaban iluminadas por la luz del sol, todavía bajo en el horizonte. Daniel rodeó la tela de araña para no romperla. Un ruiseñor bastardo cantaba entre los sauces del río. Dos lagartos corrieron a esconderse entre unas piedras mientras el macho de la lagartija colirroja con sus garganta colorada mostraba a todo el mundo y especialmente a su compañera que la época del celo había llegado; tan arrogante, tan confiado, podría decirse que tan chulo, que no huía, todo lo contrario, circulaba entre los pies de Daniel sin esconderse, hasta tal punto que Daniel acercó su mano a unos centímetros casi tocándolo.
         En la pared de un huerto otra lagartija con la cola cortada se calentaba al sol. En el río Ranillas una pareja de patos alzó el vuelo. Un poco más adelante un ruiseñor salió de entre las ramas de un majuelo, moviendo su cola rojiza arriba y abajo.  Fue a posarse en una rama cercana. El majuelo, o espinero como dicen por aquí no podía tener más flores. Esa primavera era espectacular, la hierba de las orillas del río llegaba a Daniel bastante por encima de sus rodillas. La temperatura era perfecta, el agua del río saltaba entre las piedras y los pájaros cantaban. Mientras andaba ocupado en estas cursilerías, el ruiseñor se puso a cantar, al principio sin mucha convicción y luego con más ganas, para finalmente volver al espinero de donde había salido. “Debe tener el nido por aquí”, pensó, pero aunque lo buscó no lo encontró; “estará oculto entre la maraña de ramas”. Tampoco lo buscó con mucho ahínco. A Daniel no le gusta molestar a los pájaros en su nido, es como violar su intimidad. En el río saltaban pocas ranas a su paso.” Es cada vez más preocupante el declive de los anfibios. ¿Cuál será la causa? Hay muchas teorías pero realmente parece que no está claro. Pueden ser las enfermedades, el cambio climático, la contaminación… Posiblemente todas ellas tengan su influencia en la disminución y en algunos casos desaparición de las poblaciones de anfibios, pero debería investigarse más sobre este problema”. Daniel pensaba que ese sí que es un problema del que deberían ocuparse los científicos y no algunas de las chorradas en las que emplean el tiempo y el dinero.
         Eran tantas las cosas que ver en el campo que la mañana se le pasó sin darse cuenta. Al acercarse al pueblo escuchó como repiqueteaban las campanas de la torre tocando a pregón. A continuación se escuchó la voz de Samu el teniente alcalde que decía: “Atención, atención… hoy a la salida de misa, osease a la una del mediodía, habrá un mitin en el salón del Ayuntamiento con la participación del señor Alcalde y una Diputada regional. Atención, Atención…” y repetía el mismo comunicado. Daniel pensó que “ya tenemos jaleo” pues el domingo pasado Pedrito el catalán quiso hacer su mitin de campaña electoral y no le dejaron el local del Ayuntamiento ni le dieron el pregón. Cuando, enfadado, fue a pedir explicaciones le dieron como excusa que como el día antes había sido la boda de Barbarita, la hija del Alcalde no era cosa, de andar despertando al personal con el toque de campanas y el pregón. Pedrito no tuvo más remedio que dar el mitin en el bar de Pepe.
         Camino de la casa de los belgas Daniel se encontró con Porfirio. Pensó en evitarlo pero estaba muy cerca, y se habría notado mucho. El Alcalde lo abordó.
-         ¡Hombre, Daniel! A ti quería verte.
“La hemos fastidiao”, pensó Daniel.
-         Vamos a dar un mitin en el Ayuntamiento. Viene una Diputada que está en la comisión de Patrimonio. A ti seguro que te interesa. Espero verte. Y se fue sin decir adiós.
“¡Que bruto es! ¿De dónde saca que a mi me tenga que interesar algo de lo que pueda decir una tipa que lo mismo está hoy en la comisión de Conservación del Patrimonio que mañana está en la de agricultura y seguro que no sabe ni de lo uno ni de lo otro? Y además es que me importa un rábano”.
Como Daniel no quería ponerse a mal con Porfirio, fue al mitin. Estaba reunida la mitad del pueblo, o sea los de la cuerda de Porfirio, que básicamente son la gente que vive del campo, los pastores y agricultores jubilados, es decir casi todos y faltaban los del bar, el panadero, los belgas y los jubilados que habían pasado su vida fuera del pueblo. En la primera fila estaban sentadas Olivia la mujer del Alcalde y Barbarita su hija, recién llegada del viaje de novios.
La Diputada llegó con una hora de retraso. Venía de dar un mitin en otro pueblo y  cuando terminase en San Lorenzo, tenía una comida con los alcaldes de la zona, a la que por supuesto solo acudirían los alcaldes de su mismo partido. Se lleva por aquí el considerar a los rivales políticos como enemigos, y hay que actuar en consecuencia.
La Diputada es una mujer de edad indefinida, pero muy definida en cuanto a su talante, carácter y formas. Es una gilipollas total y más bruta, por lo que se deduce de sus gestos y expresiones, que Toño el conejo en sus días más renegones; ¡que ya es decir! A Daniel le cayó mal desde el primer momento.
Repartieron entre los asistentes un folleto con el programa electoral que por supuesto nadie miró. Comenzó hablando el Alcalde y empezó bien, con moderación, educado, dando las gracias a los asistentes y especialmente a Carmen, la Diputada, por la “diferencia” que había tenido para con ellos, por acudir a su modesta villa. “Que una persona de tú categoría venga a San Lorenzo es para nosotros un gran honor. Ahora es cuando se ve claro como el agua como nuestro partido se ocupa de todo el mundo, incluso de los pequeños pueblo, y no como otros”. De lo que pensaba hacer si salía reelegido como Alcalde no dijo nada, salvo lo del arreglo de la carretera que es su tema preferido. Dijo que: “si salgo Alcalde en las próximas elecciones, como que me llamo Porfirio Portanovis Portanovis, la carretera se arregla”, que es lo mismo que había dicho en las elecciones anteriores.
         El resto del tiempo lo empleó en meterse con su rival, Pedrito el catalán:” Es lo que nos faltaba, que alguien de fuera, ¡un forastero!, venga a decirnos a nosotros lo que tenemos que hacer, como si nosotros fuésemos tontos, unos ignorantes, unos analfabetos que no saben donde tienen la mano derecha y donde la izquierda. Bien que sabemos donde está la derecha y la izquierda, y también sabemos como llevar nuestros asuntos. ¿Pero qué se piensa? El que haya vivido en una ciudad no le da derecho a creerse más que nosotros. ¡Hasta ahí podíamos llegar! A mi todos me conocéis, sabéis como soy, y que yo me preocupo por vosotros y por el pueblo”.  Para terminar cedió la palabra a Carmen, la Diputada, que durante todo el tiempo que duró el parlamento de su correligionario, no dejó ni un solo momento de mirar al suelo con cara de importarle todo un comino. La única vez que levantó la cabeza fue para mirar su reloj.
         Si el Alcalde empleó casi todo su tiempo en meterse con Pedrito, lo de la Diputada fue aún peor. Habló, pero no dijo nada. Comenzó con eso de que “nuestra región necesita un cambio y  ha llegado la hora en que vamos a dar un paso al frente para ponernos a la cabeza de las regiones de España, ¡cómo de España!, de Europa”. Daniel pensó que si ya llevaban gobernando un porrón de años porqué no lo han hecho ya, porqué han estado esperando a esta legislatura, que por fin va a ser la buena. “Menos mal que no se lo cree nadie.”
         La Diputada continuó con una serie de esas frases grandilocuentes que carecen de contenido, del tipo:” el futuro está en nuestra manos, ahora podemos lograr lo que siempre hemos deseado, vamos a dejar una tierra mejor, más próspera, y más feliz a nuestros hijos”.
 “¿De qué futuro habla? ¿Qué es lo que hemos deseado? ¿Qué es lo que vamos a dejar a nuestros hijos, si no sabe lo que hay que hacer ahora?”. Esto es lo que pensaba Daniel mientras la mujer seguía con su discurso, que por desgracia para los asistentes, parecía que no se terminaba nunca. Al cabo empezó a meterse con el partido de la oposición. Si ganasen ellos sería la hecatombe, nos llevarían al desastre, al caos. “¡Ya está bien!- decía la mitinera- no podemos tolerar que continúen con su política, que solo interesa a unos pocos, a sus amigos, mientras que nosotros, como bien sabéis, somos el partido de todos, el partido de la gente normal, de la gente decente, el partido de los trabajadores. Por eso os pido que en las próximas elecciones, votéis por el Partido….”, para entonces ya todo el mundo dormitaba, Samu hasta roncaba, y estaban deseando salir a la calle a disfrutar del sol de mayo.
Por fin terminó el mitin, los de la primera fila aplaudieron  y  los demás se levantaron de los asientos y pusieron pies en polvorosa.
Porfirio hizo un gesto a Daniel para que se acercase al estrado. Le presentó a Carmen, la Diputada diciendo:
-         Carmen, te presento a Daniel, es el que nos está restaurando el retablo de San Lorenzo.
-         Muy bien, muy bien- dijo ella, mientras buscaba en su bolso el móvil que había empezado a sonar.
-         Encantado- dijo Daniel, ofreciendo su mano.
La Diputada con una mano mantenía su teléfono pegado a la oreja y extendía la otra a Daniel, con desgana. Era una mano blanda que Daniel apretó. Acto seguido la mujer recogió su bolso y parloteando por el móvil se dirigió hacia la salida. El Alcalde corría tras ella. El sprint lo ganó la mujer. Llegó a la meta del auto que la esperaba en la calle, con tres cuerpos de ventaja sobre su inmediato perseguidor,… pero, en el último momento, un sujeto se interpuso en su camino cerrándole el paso. Era Aristóteles, el Mariscal. Se dice que siempre hay un tonto en cada pueblo. En San Lorenzo del Valle éste papel lo desempeña, y a decir de todos sobradamente, el Mariscal.
Cuando Carmen, la Diputada, vio aquella figura, vestida con un pantalón de pana remendado, un chaleco de cazador, de esos que tienen muchos bolsillos, sobre una camisa sucia y desteñida por el mucho uso y calado hasta las cejas con una visera quemada por el sol, se llevó un susto de muerte. Y fue todavía peor, cuando un perro sarnoso, tuerto y rabón le lamió los pies. Porfirio, el Alcalde, acudió a su rescate: “no se preocupe es inofensivo”. Carmen no sabía si se refería al individuo o al perro.
“Soy Aristóteles Leonardo, el hijo de Eulogio, que en paz descanse, y único y legítimo heredero del Mariscal Junot. Doña Carmen, le he escrito varias veces, que yo a usted la conozco aunque usted a mi no, contándole mi caso, porque como sabrá o no sabrá, como heredero que soy del Mariscal Junot, reclamo mis derechos y posesiones que me han sido arrebatadas injustamente, penosamente y alevosamente. Y como tengo derecho lo reclamo, y no voy a parar hasta que me los reconozcan y si no me los reconocieran o reconociesen, devolvieran o devolviesen, por lo menos me den una pensión de acuerdo a mi rango y condición. Que yo me sé que hay  muchos Diputados y Ministros que cobran una pensión vitalicia y muy pero que muy grande sin tener ningún mérito, y sin en cambio yo que ostento y regento el título de Mariscal, me ningunean y no me quieren dar nada, que tengo que vivir con una pensión de 374 euros, y usted que es una diputada de las importantes y es mujer de mundo y estudiada y sabe lo cara que está la vida, y lo que cuesta el pan, los garbanzos, la leche y el teléfono, comprenderá que yo no puedo vivir con ese dinero, y menos mal que tengo el huerto, que aunque usted no lo sepa yo trabajo mucho, y he trabajado desde pequeño que por eso tengo una enfermedad en el corazón, que me han dicho los médicos,… mi médico es el doctor Montes, que es uno de los mejores especialistas que hay,… y como le decía, me ha dicho que es un milagro que esté todavía vivo teniendo el corazón como lo tengo. Y yo tengo mucha necesidad, porque como sabrá o no sabrá, las medicinas son muy caras y aunque las pague la seguridad social hay otras cosas que por mi enfermedad y mi situación tengo que comprar yo, que cada vez que llamo al hospital para pedir cita con el doctor Montes me cuesta un dineral. Y usted que es una Diputada importante, comprenderá o no comprenderá, que no se puede dejar morir de hambre a un Mariscal, que eso estaría muy feo y muy mal visto por todo el mundo, ¿qué dirían los franceses si el único y legítimo heredero del Mariscal Junot muriese en la indigencia o la indiferencia o como se diga? Mi padre Eulogio que en paz descanse, era un hombre con inquietudes y quería que yo fuese un gran sabio y por eso me puso de nombre Aristóteles Leonardo, pero yo no pude estudiar porque mi padre enfermó cuando yo tenía quince años y eso usted no tiene porque saberlo y por eso yo se lo digo para que lo sepa y lo tenga en cuenta…”
Porque intervino Porfirio, el Alcalde, para interrumpir la perorata del Mariscal que de lo contrario todavía estábamos allí.
La Diputada se quedó con cara de pasmarote, estaba meridianamente claro que le repelía el personaje y su perro. Seguro que pensaba: “esto de las campañas electorales es un coñazo y yo ya no estoy para estas cosas”. La Diputada, acostumbrada a pisar las moquetas y a viajar en coches oficiales, nunca podrá entender nada de lo que pueda ver u oír en estos encuentros con la gente. Son dos mundos, dos galaxias separadas millones de kilómetros. La Diputada no tuvo oportunidad de responder al Mariscal, porque Porfirio salió a su rescate y es mejor así. ¿Qué puede responder si el Mariscal le ha ganado con sus mismas armas? ¿Acaso en el mitin, no se hartó de fabular, de decir frases sin sentido, sobre todo sin sentido común?  Si la Diputada normalmente responde a las peticiones de los ciudadanos con promesas del tipo: “estamos trabajando en el asunto”, “los recursos son limitados y no podemos hacer todo lo que nosotros quisiéramos”, ¿qué puede contestar a alguien que le plantea un imposible?
Carmen por fin montó en el coche y se fue, y todo el mundo se quedó tan a gusto, al sol de la mañana de mayo.
El domingo siguiente, día de las elecciones amaneció lluvioso. La jornada trascurrió entre paraguas y con algunos incidentes provocados por la cabezonería y la falta de seso de Porfirio. Es cierto que hace las cosas sin malicia, pero hay veces que se pasa tres pueblos. A primera hora de la mañana reunió a toda la familia en su casa, incluida la suegra, las cuñadas y las sobrinas. Ahora correspondía a las mujeres de la familia cumplir con su parte del trato, que él ya cumplió el día de la boda de Barbarita. Porfirio tenía las papeletas preparadas, metidas en sus sobres convenientemente cerrados y dispuestas para repartir entre sus familiares. A las nueve en punto, salieron todos juntos de casa en dirección al Ayuntamiento, Porfirio se situó junto a la mesa electoral y comprobó como cada uno entregaba su sobre. Hasta Samu que compartía candidatura con él, le llamó la atención:
-         Pero hombre ¿cómo se te ocurre hacer esto?, hay que guardar un poco las formas. No puedes presentarte aquí controlando el voto de toda tu familia, eso no está bien.
-         No me vengas con esas. Yo he cumplido con mi parte del trato, que buen disgusto me he llevado, así que ahora le toca cumplir a ellas, y no hay más que hablar.
Samuel conoce lo suficiente a Porfirio como para saber que en estos casos es mejor no insistir.
El resto del día Porfirio lo pasó a la puerta del Ayuntamiento anotando en un cuaderno quien acudía a votar y quien no. No paraba de llover, parecía un día de invierno más que de primavera. Alertado por Marisa, Pedrito el Catalán fue al Ayuntamiento para ver que tramaba Porfirio. El espectáculo que daban era lamentable. Los que acudían a votar se encontraban con los dos candidatos sentados a la puerta del colegio electoral, uno con un cuaderno entre las manos anotando algo cada vez que entraba alguien y el otro vigilando a su contrincante. A falta de una hora para el cierre del colegio, Porfirio se levantó de su asiento, estiró las piernas, guardó su cuaderno en el bolsillo de la chaqueta y se subió al coche. Desconfiaba Pedrito de las intenciones de Porfirio, así que decidió continuar la vigilancia desde el bar de Pepe tomándose un café bien caliente para entrar en calor, que la tarde estaba poniéndose fría y desapacible. No había terminado de servir el café Marisa, cuando vieron por la ventana del bar llegar a Porfirio, pero  no venía solo, lo acompañaba un ex senador, un viejo tan viejo que hacía años que no salía a la calle.  Porfirio le ayudó a descender del coche, y con paso tambaleante y apoyándose en el hombro del Alcalde, el viejo consiguió recorrer el camino entre el coche y el Ayuntamiento. Al poco rato salieron, subieron al coche como pudieron y se fueron. El cabreo de Pedrito el catalán era monumental, las maniobras de Porfirio eran escandalosas, intolerables, caciquiles y antidemocráticas. Salió corriendo detrás del coche, derramando el café sobre la barra y atropellando al Vivillo que en esos momentos entraba por la puerta. Ya en la calle, se puso a perseguir al coche, la lluvia en esos momentos arreciaba y al llegar al otro extremo de la plaza ya estaba empapado. De todas formas no tuvo que correr mucho, porque enseguida localizó el coche de Porfirio a la puerta de las Medias. Se refugió debajo de un balcón y esperó a que el Alcalde saliese. No tardó mucho en salir acompañado por las dos Medias a las que tapaba con un paraguas. Pedrito salió de su escondite, gritando:
-         ¡Sinvergüenza! ¡Eres un sinvergüenza! ¿No te da vergüenza sacar a la gente de su casa para que vayan a votarte?
-         ¿Qué pasa? ¿qué gritos son esos?- preguntó la medio ciega.
-         Tranquilas no pasa nada- respondió Porfirio.
-         ¿Cómo que no pasa nada?- replicó Pedrito.
-         Métete en tus asuntos, ¡payaso! ¿Qué hay de malo en que ayude a la gente mayor a ir al Ayuntamiento, con la que está cayendo?
A continuación se dijeron de todo, se acordaron de sus respectivas madres, se insultaron, se empujaron y no llegaron a las manos porque al oír los gritos se presentaron varios vecinos entre ellos Daniel y Alcocer y los separaron.
         La trifulca tuvo como resultado que las medias se asustasen con el alboroto y decidiesen quedarse en casa, y que acudiese la pareja de la Guardia Civil a restablecer la paz. El Sargento Tejedor, llamó al orden a los dos candidatos, les dijo que si no les daba vergüenza comportarse de esa forma, como niños pequeños, y que ya estaba harto de tanta tontería.
-         De todos los pueblos que llevamos, San Lorenzo es el único que causa problemas, ya va siendo hora de que empecéis a comportaros como hombres y no como niños. Ahora quiero que cada uno se vaya a su casa y se quede allí, sin armar jaleo, hasta que terminen las votaciones.
De todas formas anunció que durante el escrutinio estarían presentes, él y la Guardia Rodríguez para prevenir altercados.
         La jornada terminó sin más incidentes, con los candidatos encerrados en sus casas esperando el veredicto. Al terminar el recuento de las papeletas,  la secretaria anunció el resultado: “cuarenta votos para la candidatura de Pedrito y cuarenta y uno para la de Porfirio”.


          

martes, 12 de julio de 2011

Vigilando a águila culebrera

Servicio de vigilancia aéreo.

9/07/2011,  19:20 AM Rio Camaces. Despejado

Durante esta semana ha hecho buen tiempo, el habitual en verano, pero sin que el calor haya sido agobiante. Esta tarde corre algo de brisa, eso sí las moscas ya están insoportables. Todo tiene el color ocre típico del verano.
Un águila culebrera  (Circaetus gallicus) hace su ronda, volando en circulos, mientras varios milanos vuelan alrededor de ella. Todo el tiempo que el águila estuvo a la vista tuvo a algún milano cerca. En algún momento se juntaron hasta cuatro milanos. Al cabo de un rato llegó otro águila culebrera y durante varios minutos volaron las dos juntas.

En las rocas que asoman sobre el agua del rio las lavanderas blancas ( Motacilla alba) agitan su cola y saltan de una piedra a otra.
Un abejaruco (Merops apiaster)entra en su nido construido en el talud del rio, mientras otros esperan posados en las ramas de un roble cercano. Tienen todos los colores del arco iris, con el pecho verde la garganta amarilla, la frente blanca y las alas de mil colores.

La danza del alcaudón.

10/07/2011,  9:00 AM Rio Camaces. Despejado

 Un alcaudon común (Lanius senator) estaba posado en la rama más alta de un carrasco emitiendo su monótono y chirriante canto haciendo un bonito “abaniqueo” de la cola. La lleva de derecha a izquierda haciendo un elegante movimiento. Volaba de un árbol a otro repitiendo la operación, mientras era observado por tres alcaudónes jóvenes todavía con el plumaje gris que estaban posados sobre una rama de escoba seca. Cuando el alcaudon adulto terminó de hacer su recorrido por todos los árboles se acercó donde estaban posados los pollos, preparándose gran alboroto.

He visto una hembra de galápago europeo que tenía una cicatriz en el plastón. Era como una escotadura en la parte delantera, por lo demás tenía un aspecto magnífico.

Cuando dejé al galápago vi a un andarrios chico (Actitis hypoleucos) junto a una roca en medio del río. Permanecía inmóvil sin hacer nada y parecía que podría pasarse así todo el día. En esas estabamos cuando en una roca que hay por delante de donde estaba el andarrios trepó un galápago para estirarse al sol. Por los prismáticos veía a los dos animales a la vez. Entonces por detrás del andarrios en la orilla contraria del río llegó un zorro, husmeando el suelo y buscando algo que comer entre las hierbas. Cuando el zorro se cansó de esa tarea se sentó a la sobra de un fresno, así que ahora podía ver a los tres a la vez. El primero en abandonar la reunión fue el zorro, y luego yo que al moverme provoque que el andarrios volase y el galápago se zambullese en el agua.

Al volver a casa me encontré con un galápago europeo recien nacido. Era del tamaño de un pulgar y estaba en un tramo seco de un regato.  Mientras en el cielo volaba una cigüeña negra (ciconia nigra), con su pecho blanco.

viernes, 8 de julio de 2011

Las agallas del roble

Las agallas del roble son producidas por himenópteros parásitos (pequeñas avispas). Se forman por la reacción del árbol ante el parásito.

A continuación se incluyen unas fotografías con varios tipos de agallas.





domingo, 3 de julio de 2011

Las Lagrimas de San Lorenzo (Capítulo VII)

CAPITULO VII

         El mes de mayo fue agitado en el pueblo, pues coincidieron dos acontecimientos que solo se producen cada muchos años: una boda y las elecciones municipales y aunque pueda parecer lo contrario son más frecuentes las elecciones, que tienen lugar cada cuatro años. El último enlace matrimonial del que había  sido testigo San Lorenzo, desde su peana de la iglesia parroquial, fue el de una nieta de Samu el teniente alcalde  y de eso ya han pasado cinco años. Ahora era el turno de Barbarita la hija de Porfirio el Alcalde, que se casaba con su novio el del coche tuneado y los brazos tatuados.  Hay veces en que los hechos mas disparatados se presentan de tal forma que terminan haciendo que una cosa dependa de otra por muy inverosímil que parezca.
         Justo hace un año, por el mes de mayo pasado, comenzó el calvario de Porfirio el Alcalde. Primero fue el disgusto que le dio su hija cuando dijo que se casaba y a continuación vino el anuncio de que Pedrito se presentaba a las elecciones municipales. Porfi, como lo llama su mujer, no sabría decir si odiaba más al novio de su hija o al Pedrito de los c….
Pedro, también conocido como Pedrito el catalán por su corta estatura no es del pueblo, es natural de San Feliu de Llobregat y descendiente de emigrantes andaluces. Allí conoció a la Juani, su mujer, la hija de Paco el cestero, que se fue del pueblo de muy jovencita, a trabajar de criada en Barcelona en casa de unos señores ricos. Vivieron allí hasta que Pedrito se jubiló, más bien se prejubiló, que como trabajaba en telefónica a los cincuenta y cinco años lo despacharon para casa.
         Pedrito a pesar de no ser del pueblo tenía, a decir del Senado, opción de ganar las elecciones. El hombre no es que fuese nada del otro mundo, pero es que mucha gente quería librarse del alcalde actual. Porfirio es buena persona pero muy bruto y tras siete años como alcalde se había ganado la enemistad de medio pueblo. Cuando Pedrito anunció que se presentaba a las próximas elecciones municipales, se formaron dos bandos en el pueblo: en uno estaban Ovidio el pastor, Toño el conejo, las Medias, Samu el teniente Alcalde y en general los que vivían del campo o habían sido labradores, y que apoyaban a Porfirio. El resto de los vecinos capitaneados por los dueños del bar, estaban en contra. Fue Marisa la que convenció a Pedrito para que se presentase.
         La otra causa de los quebraderos de cabeza de Porfirio el Alcalde era su hija. Cuando la niña dijo que se quería casar, su padre puso el grito en el cielo. Las voces se oían desde la casa de los belgas hasta el monte, donde Toño el conejo guardaba las ovejas, hacía vibrar las vajillas en las alacenas hasta tal punto que a las Medias se les cayó un plato recuerdo de Segovia que tenían colgado en la cocina, los estorninos asustados alzaron el vuelo desde sus posaderos en la chopera para ir a refugiarse bajo el tejado de la iglesia.
-         ¡Tú no te casas con semejante inútil! ¡En esta casa no entra ese zángano mientras yo viva! Si te casas con ese espécimen no vuelvas.
Estas y otras sentencias por el estilo formaban  el repertorio del Sr. Alcalde, siempre adornadas con calificativos como inútil, zángano, chorizo, sinvergüenza, mangante, chulo, drogadicto, zopenco,… y otras que es mejor no reproducir.
Olivia, la mujer del alcalde, contaría después en la panadería de Justo, que cuando su marido daba esos gritos la cabeza se le hinchaba, la cara se le ponía primero roja, luego blanca, luego otra vez roja y vuelta a empezar. Las venas del cuello parecía que le iban a estallar. Pero lo que más miedo daba eran los ojos, que los tenía saltones como los de las ranas, por fuera de la cara e inyectados de sangre. Gritaba sin parar, ni siquiera para respirar y recitando su letanía: “tu no te casas con ese chorizo, en esta casa no entra semejante inútil mientras yo viva”. Cuando por fin terminaba y respiraba, la cabeza volvía a su tamaño normal, hasta que otra vez retomaba su repertorio.
El fin de semana llegó de la ciudad Marta, la otra hija del Alcalde y Olivia. Las dos hermanas no pueden ser más diferentes. Mientras que la Bárbara es un pendón desorejao y una cabeza loca, su hermana Marta es todo lo contrario. Dos años mayor que la Bárbara, siempre fue formal, responsable y buena estudiante. Era la que mejores notas sacaba de toda la escuela y ahora está estudiando medicina y por lo que se dice, lleva camino de convertirse en el número uno de su promoción. Martita es el ojito derecho de su padre y lo que la niña dice es palabra de Dios.
Marta intentó convencer a su hermana de que estaba equivocaba. Aunque su padre dijese las cosas a gritos, de mala manera y como un bruto, esta vez tenía razón. Pero la Bárbara estaba convencida, y no hay tu tía, “que me caso y punto” y añadía “he cumplido los dieciocho años en enero y como mayor de edad que soy puedo hacer lo que me de la gana”. Marta lo siguió intentando durante todo el fin se semana, pero fue en vano, ninguno de sus argumento consiguió hacer cambiar de opinión a su hermana.
El estado de ánimo de Porfirio era de marejada a fuerte marejada, con momentos de mar gruesa. Dirigirle la palabra eran ganas de arriesgar la vida y se podía estar seguro de que se iba ha recibir una mala contestación, cuando no algo peor. Llegado el lunes el Alcalde como todos los días entró en el bar de Pepe a tomar una cerveza. La mala suerte hizo que ese día entrase por casualidad, Felipe González el Taxista de Castro, que venía de dejar a las Medias en su casa.
-         Ya no llueve como en los inviernos de antes- dijo el taxista.
Fue suficiente para desatar la furia de Porfirio.
-         ¡Tú qué sabrás! ¿Acaso llevas el registro de lo que llueve? Se habla por no estar callado, sin conocimiento de causa - y patatín patatán.
Los que estaban en el bar no daban crédito. Una cosa es el mal café que se gasta Porfirio, que es su estado natural y al que todo el mundo está acostumbrado y otra cosa son estos arranques de furia sin venir a cuento. El pobre Felipe no sabía donde meterse. Pepe el camarero intentó apaciguar los ánimos.
-         Bueno Porfirio, que no es para tanto. No te pongas así.
-         ¡Cómo que no es para tanto! ¿Me lo vas a decir tú, que lo único que has hecho en tu vida es poner el café a cuatro jubilados?
La pelotera, el griterío que se organizó todavía se recuerda. Pepe quería echar a Porfirio del bar, y éste, que a él, el Alcalde no lo echa ni Dios. Marisa, la mujer de Pepe, alarmada por el alboroto y viendo que aquello llevaba camino de convertirse en un nuevo Waterloo, llamó por teléfono a Olivia para que viniese a recoger a su marido. De camino al bar se encontró con la pareja de la Guardia Civil y allí se encaminaron los tres. Cuando Olivia, el sargento Tejedor y la guardia Rodríguez entraron en el Bar se encontraron con que Porfirio tenía agarrado por las solapas de la chaqueta al taxista mientras que Pepe amenazaba con un garrote que en un lateral tenía serigrafiado el texto:  “Aquí el que no paga, cobra”. Al ver a los agentes de la autoridad los contendientes establecieron una tregua, aunque la verdadera autoridad la ejerció Olivia que se fue hacia su marido, lo agarró por el brazo y le dijo muy seria.
-         Para casa y sin rechistar.
Y así fue. Cuando llegaron a casa, Olivia le puso las peras a cuarto a su marido. “¡Ya está bien de tanta tontería! Estas haciendo el ridículo delante de todo el pueblo. ¿Tú te crees que a mi me gusta el novio que se ha buscao? Pues para que no sepas: no. Pero por mucho que nosotros digamos la niña va a hacer lo que le de la gana. ¿O es que no sabes como es? Si en lo de testaruda ha salido a ti. Así que o lo tomas o lo dejas, o se casa o se nos va y no volvemos a verle el pelo y a ver cómo termina, con lo mal que están esos mundos de Dios”.
         Al día siguiente llegó el ultimátum de Bárbara, el pendón.
-         O me dejas casar o voto a Pedrito, el catalán.
Porfirio se quedó pasmado y en silencio, como una estatua. Al oir la amenaza de su hija, Olivia por precaución recogió la vajilla, temiendo la reacción de su marido. El Alcalde empezó despacio, pero según fue asimilando la noticia se iba alterando cada vez más, hasta que llegó a un punto en que pensaron que le daba un infarto. “¿Qué he hecho yo para merecer esto? ¡Esto es el colmo! ¿Cómo puede hacerme esto a mi, mi propia hija? Con lo que yo me he sacrificado por vosotras, que nunca os ha faltado de nada. ¿Así me lo pagas? Me traicionas. Primero que te quieres casar con… con ese… mangante y como no te dejo, que lo hago por tu bien, me vienes con esto. No podías haber elegido nada peor para hacerme daño. Si es lo que buscabas lo has conseguido.  Decirme a mí, en mi cara, mi propia hija, que prefiere votar a ese sinvergüenza antes que a mí. A cualquier otro lo admito, pero precisamente a ese chorizo no. ¡No lo consiento! Votar a ese forastero, que solo viene a robarnos, o es que ¿ya no te acuerdas de lo que nos hizo? ¿Ya se te ha olvidado que prefirió vender el corral que tenía su mujer junto al nuestro, a esos forasteros, por cuatro duros con tal de no dárnoslo a nosotros, con la falta que nos hacía?
Como el Alcalde se calentaba cada vez más y temiendo que a su marido le fuese a dar algo, Olivia le interrumpió.
-         Mira Porfi, así no podemos seguir. O dejas casar a la niña o yo también voto al catalán.
Fue el remate de Porfirio. Ya no sabía ni qué decir ni qué hacer. Tenía la boca abierta y babeaba. Empezó a balbucear. “Tu también, tu también, tu también… vais a acabar conmigo… Señor, ¿porqué me castigas de esta forma?...” Pero el pobre hombre todavía no sabía que le esperaban más disgustos.
Al día siguiente se presentaron en casa del alcalde, Adela, la hermana de Olivia y sus cuatro hijas. Traían a la abuela. Se reunieron todas en la cocina. La abuela en su silla de ruedas presidiendo la mesa, rodeada por sus dos hijas y las cinco nietas presentes. Según Porfirio de esa conjura judeomasónica, de ese contubernio no podía salir nada bueno, sobre todo teniendo en cuenta que está por medio su suegra o lo que es lo mismo el representante del Diablo en la tierra. Ya se lo advirtió su padre cuando le anunció que tenía la intención de casarse con Olivia, la hija de Juan Simón. “Mira hijo- le dijo-, Olivia es buena mujer, y si puedes cásate con ella, pero ten cuidado con su madre que es un mal bicho y además roja e hija de rojos”.
Cuando terminó la reunión de los rebeldes acudió a su encuentro Adela, la hermana de su mujer y le espetó.
-         O dejas casar a Barbarita, o nosotras también votamos a Pedrito.
A Porfirio ya le daba todo igual. Le habían abandonado, se sentía como el último paria de la tierra. “¡Cuánto mejor estoy yo en el monte con las ovejas, sin tener que aguantar a las mujeres de la familia!” Si por lo menos estuviese aquí Martita, que es la única que me comprende”. Decidió que lo mejor que podía hacer era irse al bar a beber algo. Cuando Pepe lo vio llegar empezó a preparar la artillería, sacó otra vez el garrote y se dispuso para la pelea. Pero esta vez el Alcalde no estaba en condiciones de presentar batalla, el ejército estaba derrotado y los heridos acudían a curar las heridas. Durante el tiempo que permaneció en el bar estuvo en silencio y con la cabeza gacha. Esa noche Porfirio tardó más de la cuenta en regresar a casa y cuando emprendió el camino hacía más eses que de costumbre. Marisa la del Bar telefoneó a Olivia para anunciarle el estado en que iba su marido, y para decirle que no fuese muy dura con él.
- Se ha portado bien, no ha formado jaleo ni ha querido pegar a nadie- dijo Marisa.
-¡Menos mal! - respondió Olivia.
- El hombre lo está pasando mal. Está preocupado, es comprensible. El caso es que es bueno, pero a veces se pone muy bruto. Y como mi Pepe tiene tan poco aguante, pues ya tenemos el lío montado.
- Ya lo se, ¡que me vas a contar a mi!, que me toca aguantarle todos los días… Que muchas gracias…
- No hay de qué, mujer.
- Adiós.
- Hasta mañana.
Al día siguiente Porfirio se levantó con dolor de cabeza, sacó las ovejas del boil y las llevó a pastar a la Peña las Víboras, porque es el sitio más alejado del pueblo y el más solitario. No tenía ganas de ver a nadie. Cuando al anochecer regresó a casa llamó a Martita, su hija buena, le explicó lo sucedido durante los últimos días y le pidió consejo. Su hija le contestó:”No te queda más remedio que aceptar, pero puedes hacer una cosa. Acepta que Bárbara se case, pero ponle como condición que tenga que esperar un año. A lo mejor hay suerte y durante este tiempo se da cuenta del error que comete casándose con ese bodoque”. Para Porfirio lo que decía su hija mayor era palabra de Dios.
         Porfirio reunió en el salón de casa a Olivia, a Bárbara, a su cuñada y a sus cuatro hijas y a la bruja de su suegra. Allí les expuso las condiciones del armisticio. Al principio Bárbara se opuso, pero su madre dijo que le parecía razonable y que además con los preparativos de la boda el año se pasaba en un santiamén. La boda quedó fijada para el mes de mayo del año próximo, quince días antes de las elecciones municipales. El que más contento se puso fue Don Simón, que hacía cuatro años que no oficiaba una boda en la iglesia de San Lorenzo, y haciendo memoria, el último bautizo fue hace diez años, que son los que tiene el Vivillo.










Canciones poulares de la Redonda y San Felices de los Gallegos (Salamanca)

YA VIENES DE LA GUERRA DE AFRICA (LA REDONDA)

Canción que inventaron los soldados que regresaban de Africa.

Ya vienes de la guerra de Africa,
 todo esto lo trae el amor.
Ya venimos de la guerra de Africa,
 todo esto lo trae la pasión.
Al marcharme rosita temprana,
Me dijiste que me esperabas,
Y ahora vengo a casarme contigo
Y veo que ya estás casada.
Casadita, casadita, casada estoy, que la ley
me hicieron volver,
me casaron en la flor de la vida,
con un hombre que yo nunca amé.
No te acuerdas del paño de grana
que de novios yo te regalé;
dámelo, que si tu no lo has roto,
en tu nombre, yo lo romperé.
No me acuerdo del paño de grana
ni de varios regalos que me hiciste,
solo de un costurero de plata,
donde tú mi retrato pusiste.
Dame un beso, rosita temprana,
dame un beso de esos de amor,
que tu pecho ha tocado a otro hombre
y en tus labios quiero besar yo.
Ese beso que tú a mi me pides,
Ahora y nunca te lo puedo dar,
Ese beso se lo di a otro hombre
Con quien me encuentro casada.
Ese beso que yo a ti te pido,
ahora y siempre tu me lo has de dar,
y si no con mi mano derecha,
en tu pecho clavaré un puñal.
Si tu tienes puñal de dos filos
A mi pecho podrás traspasar;
¿matarás una hermosa criatura
Que dentro de mi pecho estará?
Yo no mato a esa hermosa criatura,
que no viva en el mundo inocente,
pero si cuando venga al mundo
a ti sola te daré el amor.
A los tres días tuvo una niña
más hermosa que el hada del sol,
y por nombre le pusieron Rosa,
como su madre mandó.
A los quince días salió a misa
y en la calle fue y se la encontró.

Buenos días, Rosita temprana,
Ahora vengo a lograr mi intención.

No me mates por Dios, no me mates;
no me mates por tu corazón;
ese beso que tu a mi me pides
ahora y siempre te lo daré yo.

Yo no quiero besos de tus labios,
lo que quiero es lograr mi intención;
y sacando un puñal de dos filos
en el pecho fue y se lo clavó.

Si mi amado marido supiera
que la muerte me ibas a dar,
entre cuatro parejas de guardias
a la carcel te conducirán.

VILLANCICO (LA REDONDA)

Va la Virgen Pura,
con su niñito en los brazos,
que se llama Manuel,
y en la mitad del camino
quiere el niño comer.

No me pidas agua mi hijo,
no me pidas agua mi bien,
que están los arroyos turbios
y no se puede beber.

Allá en aquel alto
hay un rico naranjal,
de un ciego que no ve.
Ciego dame una naranja
para este niño comer.
Entre usted, la mi señora,
coja las que quiera usted.

La Virgen como es tan santa,
sólo ha cogido tres
una le ha dado al niño,
y otra le ha dado al
bendito San José,
y la otra la metió en el regazo,
para en el camino oler.

Muerde el niño la naranja
y el ciego principia a ver.
El ciego se fue pa casa
y ha cantado a su mujer:
¿Quién te ha dado la vista?
¿quién te ha hecho tanto bien?
Nuestra señora y el Niño
y el Santo San José.

ROMANCE DEL CASTILLO DE SAN FELICES (SAN FELICES DE LOS GALLEGOS)

Los que amais a San Felices,
Villa donde yo nací,
el romance del castillo
ahora mismo vaís a oir.

La viuda de Don Sancho,
la condesa Beatriz,
siete años ha llorado
de su esposo el triste fin.

Nueva torre en San Felices
han mandado construir,
donde vive con su hija,
que es una niña gentil.

Leonorcita, leonorcita,
rosa de pitiminí,
hoy por ser tu cumpleños
que lo pases muy feliz.

Por las góticas ventanas
del altivo torreón,
los señores de la Villa
ven un campo encantador.

Allá por la Rodávila
a la clara luz del sol
los frondosos olivares
lucen siempre su verdor.

Canta el buho en las Arribes
en su rústico peñon
y el lucero de la tarde
despide su resplandor.

A los campos inmediatos
ha llegado la oración
y dejando las faenas
vuelve a casa el labrador.