Iniciamos una serie de artículos con el diario de Viaje a Guatemala







domingo, 18 de agosto de 2013

6 De julio. De Guastatoya a Playa Grande Ixcan


6 De julio.

Desayunamos huevos estrellados con frijoles, queso, mantequilla y plátanos fritos, en un restaurante situado en la plaza de Guastatoya. Es sábado y en la plaza han organizado tenderetes, y actuaciones musicales para recaudar dinero con fines benéficos. Hace calor y la gente se sienta a la sombra en los bancos del parque. Hay un escenario donde los artistas locales cantan, y los escolares cuentan a la televisión el dinero que han recaudado en sus escuelas.

El tráfico de Guastatoya en la calle principal parece el de una gran ciudad. Sobre todo circulan Tuc-tuc, que son unos mototaxis con una plaza para el conductor y dos plazas detrás para los pasajeros.

El viaje desde Guastatoya hasta Playa Grande dura unas 6 horas y media. La carretera es una continua sucesión de curvas y de desprendimientos. Se pasa por una región montañosa llena de bosques, especialmente una vez rebasado San Jerónimo, en que se atraviesa el corredor biológico del bosque nuboso. Este corredor conecta la reserva de la Biosfera de la Sierra de las Minas con el Biotopo Universitario para la conservación del Quetzal. Todo el mundo dice que la Sierra de las Minas es preciosa, pero el acceso es tan difícil que habrá que dejarlo para un próximo viaje a Guatemala. Junto a la carretera hay varios carteles indicando que esas porciones de bosque las han adquirido algunas empresas para compensar sus emisiones de CO2 a la atmósfera.

Alrededores de Cobán


Durante todo el trayecto se ve a gente caminando por la orillas de la carretera o vendiendo cualquier cosa en puestecillos fabricados con cuatro palos y un plástico encima. Los pueblos han crecido a las orilla de las carretera y los niños cruzan la calzada jugándose la vida.



Cuando llegamos a Cobán cambiamos de conductor. Lo llaman del aviador y a partir de entonces ya no podemos volver a ver más el paisaje pues todo el mundo se marea. Maneja como un loco haciendo rechinar las ruedas en cada curva. Ya de noche nos pararon en un puesto donde se controla el paso de fruta para evitar la propagación de la mosca mediterránea.

Llegamos a la aldea envueltos en la oscuridad. Lo primero que nos encontramos es un sapo grande dentro de la habitación. En el aseo hay otros dos. Las luciérnagas iluminan los alrededores de la casa con sus lucecitas verdes.

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